martes, 15 de enero de 2013

COMPARTO ESCRITO AUTORIZADO DE DON MANOLO MOLINA SIERRA (LCE)

EL POLÍGRAFO ES HUMILLANTE

 
Por: José Manuel Molina Sierra, (Don Manolo para La Ceiba)
 
<<Mi empleo con la policía de Miami fue una prueba de fuego a mi seguridad y perseverancia>>.

 

Había  renunciado conscientemente  al prominente  estatus  social y al nicho de  respeto que me había labrado en Tegucigalpa  gracias  a mi labor filantrópica y  educativa.

Me  había mudado a la ciudad de Miami, donde  en los dos primeros años  me  tocó, para suplementar  el salario raquítico que devengaba  en ese entonces,  repartir  el  Miami  Herald por las madrugadas, cortar el  césped  de patios ajenos, hacer  de guardia  de seguridad,  entre otros menesteres  triviales,  (mientras de  este lado un periodista  larguirucho y  deslenguado me calumniaba  a todo mecate,   a tal grado que mi madre  tuvo que  salir en mi  defensa  porque  sabía que tenía mis manos limpias).

No obstante,  nunca me sentí humillado:  eran las consecuencias de unas  acciones  deliberadas  de parte  mía y estaba convencido de  que ello sería temporal  ya que estaba decidido a capacitarme profesionalmente y así recuperar  mi estatus  social en mi nuevo mundo.

Sin embargo, me sentí hondamente humillado cuando me  obligaron a pasar por la prueba  del polígrafo.

Ya con una maestría en Sociología  en mi mano y con la pericia demostrada como  organizador  de una comunidad pobre de  Miami, solicité  la posición de coordinador de un proyecto de Prevención del Crimen con la Policía de Miami, financiado por el Departamento  de  Justicia de los  Estados Unidos .

La posición me la llevé entre  70  concursantes y contra el visto bueno del Alcalde de la ciudad, don Mauricio Ferré, que me consideraba su  enemigo político; yo había hecho  campaña  en favor  de su contrincante Rose Gordon. Nunca  averigüé  si la policía de Miami  sometía a la prueba del polígrafo  a sus empleados  civiles -  que  esa era  mi condición- o si lo usó como último recurso para  deshacerse  de mí a pesar de  mis  calificaciones.- Lo  cierto es que me indicaron que tenía que  someterme  al polígrafo antes de tomar  posesión del cargo.  Por supuesto lo pasé sin ningún problema, pero sí, la prueba fue  humillante. Las  preguntas  iban dirigidas a cuestionar aspectos íntimos de  mi  vida, a invadir mí privacidad, y que en mi caso, eran incuestionables:  había  robado?,  había mentido?, había sido infiel  a mi esposa?, había cometido  actos de sodomía? Y muchas más  por el estilo.

Mi empleo con la policía  de Miami fue una prueba de fuego a mi seguridad  y perseverancia.

El Teniente y Sargento  de  la Unidad de  Relaciones  de la Comunidad- que eran mis  supervisores-  me  hicieron la vida de cuadritos-;  sospecho de  que ellos como cubano-americanos tenían sus candidatos cubanos para la   codiciada posición,  o bien debido  a su ignorancia  en materia de organización comunitaria.

Mi labor  era entrenar y coordinar la labor  de 5  civiles,  5 policías y  decenas de voluntarios para organizar   Concilios de Prevención del crimen  en  10 áreas  del Gran Miami a fin de colaborar  con la  Institución.  Lo logré,  fe  de ello es una placa  conmemorativa de la labor cumplida y que cuelga en una de las paredes de mi casa.

Mi  tarea diaria  era doble,  obtener los  resultados del proyecto y neutralizar la constante  obstrucción de parte del Sargento, con corpulento cuerpo como de practicante  de lucha libre, y del Teniente, con poses de emperador.

Incluso me recetaron dos o tres  "Reprimendas" por escrito, totalmente injustas;  en una  ocasión porque no accedí a  cambiar la  evaluación de uno de los  organizadores  bajo mi supervisión  y, en otra ocasión, porque no me presenté  a la estación a hora de costumbre, ya  que había  trabajado  hasta la una  de la mañana  la noche  anterior  a causa de unos  motines  en el "Overtown" de  Miami. Mi  frustración diaria terminó  con mi anillo de turquesa  que lo estrellaba contra las paredes metálicas del elevador que me llevaba  al edificio de estacionamiento al concluir la jornada.

Pero la  frustración y lucha permanente  contra mis supervisores no sólo terminó con mi anillo, sino  también con mi psique;  acabé  en la  consulta  del psicólogo.

Después  de  5 años con la  Policía  de  Miami, me contrató  la  Oficina del Defensor Público del Estado de La Florida;  de nuevo me topé con la imagen del  polígrafo; esta  vez acompañando constantemente  a testigos  a un local  del   Oeste  de la ciudad  para que  se sometieran a la prueba del polígrafo.  En ese  tiempo, (1983), los resultados  del polígrafo se usaban en la  corte, si no como prueba contundente, como una prueba de bastante peso que el testigo  decía la verdad.

Pero más tarde, en los años 90, la oficina del Defensor Público de Miami eliminó la prueba del polígrafo porque ya no se le concedía casi ningún valor.

Por mi humillante  y personal  experiencia con el polígrafo y por el viraje que dio el  Defensor Público de Miami en cuanto al uso del mismo, creo que los magistrados  de la  Sala de  lo  Constitucional defenestrados estaban  en lo correcto al desaprobar el uso del polígrafo con los elementos de la Policía Nacional.- Pero eso no quita que  estemos  a favor de la depuración de nuestra policía.

(Publicado en Diario La Tribuna, ENFOQUES, p. 39, martes 15 de enero, 2013).

 

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